La espina bífida es una malformación congénita del tubo neural, que impide el cierre adecuado de la médula espinal entre las semanas 23 y 26 del embarazo.
Su presencia compromete el sistema nervioso central, la movilidad y en ocasiones, el funcionamiento del sistema genitourinario.
Aún los especialistas no encuentran una causa única de su aparición, pero en lo que sí están de acuerdo, es que hay una combinación entre los factores genéticos y la pobreza en la presencia de ácido fólico antes del embarazo.
Los médicos clasifican la espina bífida en dos clasificaciones: abierta y cerrada. En los casos abiertos, los más graves, son:
Meningocele: que se ve como un pequeño saco que contiene las meninges y éstas se asoman por la apertura de la columna vertebral como si fuera empujado hacia afuera. Normalmente no hay daño en los nervios. Las personas que la padecen pueden tener discapacidades menores.
Mielomeningocele: Se ve como una bolsa que contiene el tejido medular y no hay piel que lo cubra. La bolsa contiene líquido cefalorraquídeo, nervios y placa neural. A diferencia del anterior, la médula no se ha desarrollado de forma normal y ocasiona la parálisis de los músculos y una pérdida del sentido del tacto, por debajo de la lesión. El grado de la parálisis depende del sitio donde se encuentra la Espina Bífida.
En lo que respecta a los defectos cerrados: Éstos se caracterizan por presentarse como bultos en la zona lumbar baja, en ocasiones con algún mechón de pelo.
Producen una una mínima lesión neurológica en las piernas pero, en muchas ocasiones, sí afectan de la vejiga al no producir escapes de orina y por lo tanto pasar desapercibida.